Aunque no es habitual encontrar
girasoles por Cantabria, esta bonita tierra nos regala un rincón donde poder
disfrutarlos en su máximo esplendor durante todo el año. “El Capricho”, también conocido como “Villa Quijano”, es un palacete diseñado por el arquitecto Antoni
Gaudí que marca el comienzo del movimiento modernista, donde la inspiración y
la simbología se materializan en un edificio pensado para mirar hacia el sol, que
aprovecha al máximo el recorrido de éste mediante una estratégica disposición
del programa interior de la residencia.
El edificio, encargado por el joven abogado Máximo Díaz de Quijano y construido entre los años 1883-1885, responde en su esencia a los gustos del propietario por la música y la botánica, convirtiéndose así en un espacio donde ambas disciplinas se palpan en el ambiente. Girasoles de cerámica engalanan las fachadas como símbolo de una eficiente arquitectura bioclimática y del gusto por la botánica. Elementos musicales invaden la envolvente, convirtiéndose así las cenefas en pentagramas y las barandillas en claves de sol y semicorcheas.
Como curiosidades, podemos citar
que se trata de una de las tres obras que el arquitecto posee fuera de Cataluña
y que el propietario solamente pudo disfrutar de la casa durante unos meses,
pues fallecería al poco tiempo de su terminación.
Visitar El Capricho es casi de obligado cumplimiento si viajamos por la
zona y, con toda seguridad, sorprenderá al visitante entre tantísimos detalles
de genialidad que inundan exteriores e interiores.
En cada rincón aguardan
sorpresas, mensajes y flirteo con las sensaciones, que en este caso dejaré sin
desvelar a quienes no conozcan el lugar, pues quiero centrar este artículo en
los jardines que lo envuelven y animar a todo el que pase por allí a visitar el
lugar para descubrir el resto de encantos.
La construcción se desarrolla en
lo que fue un antiguo bosque de castaños, en una pendiente hacia el mar transformada
para la ocasión, por lo que podemos encontrar un juego de desniveles que Gaudí acometió
con maestría, generando una atmósfera hipnotizante.
A través del estrechamiento del
pasillo verde de entrada a la parcela, empedrado y abrigado por las copas de diversas
variedades de árboles, se cumple la máxima de “antes de ver…intuir”; de esta manera, cuando accedemos solamente
obtenemos una vista parcial del edificio al fondo, que no nos lo permite ver
pero nos invita a hacerlo. Una vez atravesado el refrescante pasillo de
entrada, se aparece ante nosotros el ala Este del palacete y no podremos
resistirnos a detener nuestro paso un instante y elevar la mirada hacia tan
sorprendente obra.
Si bien, podemos circundar el
edificio atravesando el jardín tanto por el lateral izquierdo como por el
derecho, lo lógico es que avancemos por el segundo (orientación Norte), pues es
el recorrido natural hacia la entrada de la residencia que, a su vez, conduce
al encantador patio del fondo en forma de herradura. Dejemos el lateral
izquierdo (Sur) para el final de la visita.
Enseguida nos llamará la atención
el intenso y predominante color verde de este proyecto de paisajismo, uno de
los pocos que se conservan del arquitecto, donde entre tilos, arces, magnolios
y otras especies arbóreas, unas espectaculares hortensias ponen la nota de
color y se convierten en indiscutibles protagonistas.
El patio trasero, ubicado al
Oeste de la propiedad y desde donde podemos divisar la lindera Capilla Panteón de los Sobrellano, tiene
forma de herradura como símbolo de los carruajes que en su día se utilizaban.
La misma forma curvada facilitaba la maniobra de las caballerizas para llegar
hasta el jardín y volver a tomar la salida rodeando su perímetro.
Este espacio invita a la
contemplación, tanto de la residencia como de las verdes barreras arbóreas que
lo rodean. Es un lugar fresco, donde se respira tranquilidad y se adivinan las
intenciones del arquitecto por recrear un exterior lleno de encanto y simbolismos.
Cabe destacar como, de manera brillante,
Gaudí plantea un talud de piedra en el corte Sur del terreno, al que incorpora
dos escalinatas que permiten acceder al nivel superior y realizar así el
recorrido completo del perímetro. Se trata de un modelado del terreno sinuoso,
orgánico, que hace de este elemento un rincón muy atractivo. Una solución que
nos recuerda al muro del posterior Parque Güell
de Barcelona. Tanto el peldañeado de las escaleras como el propio paseo se
conforman con la utilización de la piedra del lugar, aumentando si cabe la
sensación de paraje natural. La altura de los árboles situados en este ala se
hace incluso más espectacular al hallarse éstos en la cabeza del talud,
provocando mayores proyecciones de sombra.
Bajo el punto más alto del desnivel,
podemos descubrir una sorprendente cueva, accesible desde el nivel del patio y
que se convierte en un confortable y fresco refugio, probablemente concebido
para reuniones entre amigos los días de verano. Traspasar la puerta de acceso
se convierte en toda una experiencia en la que podemos, incluso, apreciar como
el agua del jardín que la cubre se llega a filtrar entre sus piedras como en
una verdadera caverna natural.
Además de los jardines, el edificio contiene un invernadero de geometría elíptica integrado en el Sur de la residencia, que cumple la función de distribución de calor para el resto de la vivienda y que, en su día, sirvió como salón de invierno y para cultivar las plantas tropicales que su dueño coleccionada con gran pasión. Hoy en día está destinado a salón de proyecciones para los visitantes y solamente contiene algunas plantas de forma testimonial.
Merece la pena visitar El Capricho y disfrutar de tan sugerente lugar. Si viajas a Cantabria, haz una parada en Comillas y descubre este rincón imantado.
¿Te apetece ver uno de mis jardines en YouTube?. Te cuento las 7 CLAVES que me llevaron a diseñar este JARDÍN MEDITERRÁNEO con PISCINA:
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