Todo
aquel que se inicie en la bonita aventura del diseño de jardines o que,
simplemente, decida un día atreverse a remodelar su espacio ajardinado, deberá
tener muy en cuenta uno de los primeros y más importantes condicionantes de la
composición: las plantas son seres vivos y, por tanto, crecen.
Algo
tan evidente como ésto no siempre se tiene presente, bien por desconocimiento o
bien por descuido y es muy habitual que, con el paso del tiempo, composiciones
inicialmente muy atractivas queden completamente desequilibradas.
Antes
de decidir con carácter definitivo cada una de las especies a utilizar en
nuestro diseño debemos analizar sus parámetros básicos de desarrollo. Esos
parámetros serán la velocidad de crecimiento, la altura definitiva y el
diámetro. En este post me quiero centrar únicamente en el primero y en
sucesivas publicaciones iremos viendo el resto.
Respecto
a la velocidad, debemos saber que existen especies de crecimiento rápido, muy
rápido, lento o muy lento. Ésto no sólo ha de influirnos desde el punto de
vista de nuestra impaciencia por ver el
resultado definitivo del diseño; también conlleva otro tipo de influencias
sobre el proceso de desarrollo de las composiciones y las interferencias que
entre las plantas puedan generarse.
Os muestro
un ejemplo práctico muy sencillo:
En una
zona verde de una vía pública decidieron combinar un anillo perimetral de Prunus cerasifera con un núcleo central
de varios ejemplares de Washingtonia filifera.
Probablemente, quien tomó esta decisión se dejó llevar por el resultado
cromático de su diseño. Visualizó el macizo granate perimetral resaltando las
esbeltas palmeras y en un principio, cuando los prunus eran tan sólo unos pequeños ejemplares, esta teoría podía
parecer funcionar. Actualmente, el rápido crecimiento de los árboles externos ha
provocado que las palmeras desaparezcan detrás de la barrera perimetral dejando
asomar tan sólo alguna hoja más elevada por encima de las copas granate. Es evidentemente que la elección no fue la más
acertada. Las palmeras seguirán ganando altura pero, a pesar de ser una
variedad de crecimiento relativamente rápido, no pueden competir con el prunus. Tal vez, si las washingtonias no se acaban perdiendo por
la umbría en la que se han visto envueltas, acaben tomando el porte deseado y
sólo entonces se verá el efecto perseguido; pero mientras tanto y exceptuando
el invierno, sólo se podrá disfrutar del anillo de prunus.
Ni tan siquiera pueden realizarse las labores de limpieza de las palmeras
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