Es un
placer pasear por el campo un día de descanso disfrutando de la naturaleza en
estado puro, pero para los amantes de las plantas las sensaciones se
multiplican al ir encontrando a cada paso jardines naturales que despiertan nuestros
sentidos.
Hace unos días estuve sumergido entre encinas y alcornoques
respirando la dehesa extremeña y tuve la suerte de ver, oler y tocar un par de
aromáticas de la zona, el orégano y el poleo. Encontrar en el campo plantas que podemos
utilizar en nuestros jardines y huertos nos permite estudiar sus
comportamientos en estado natural y se aprende mucho observando el lugar dónde
han aparecido, su altitud, exposición solar o protección de los vientos.
El poleo,
o menta-poleo (Mentha pulegium) es
fácil de encontrar a pleno sol en zonas encharcadas o próximas al agua. En este
caso apareció en las orillas de varias charcas en la orografía más baja de la
zona y con una exposición a pleno sol, ya en época de floración; semanas atrás
estuvo mucho más verde y esplendoroso. El simple hecho de ir acercándome a las
orillas me avisaba de su presencia al llegarme la fragancia mentolada que
desprende. Según continuaba mi paseo y superaba las charcas para adentrarme por
los caminos en las zonas más altas y boscosas, perdía su rastro.
Mentha pulegium en las inmediaciones y orillas de una charca
Sin
embargo el orégano (Origanum vulgare)
apareció lejos del poleo, en una zona muy poco transitada, al abrigo de una
antigua pared de piedra, con orientación sur pero bajo la protección de la
semisombra de la arboleda y en un bajo fresco; un lugar ideal protegido de los
vientos dominantes.
Origanum vulgare al abrigo de una antigua pared de piedra
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